Blog de la materia "Psicología" de cuarto año del Colegio Nuestra Señora de la Misericordia - CABA - Argentina
lunes, 30 de junio de 2014
jueves, 19 de junio de 2014
lunes, 9 de junio de 2014
"Planolandia" (Flatland) de Edwin A. Abbott (1884)
Resumen del libro de referencia
Planilandia trata sobre la vida de un individuo (un cuadrado concretamente) que habita en un mundo plano (una realidad bidimensional con longitud y anchura, pero sin altura), en el que convive con otros cuadrados, líneas, triángulos, círculos, hexágonos… Los moradores de Planilandia pueden moverse libremente en su superficie, pero al igual que las sombras, no pueden ascender ni descender por ella. Evidentemente, ellos ignoran esta limitación, porque son incapaces de imaginar una tercera dimensión.
Un día, nuestro protagonista vive una experiencia turbadora, precedida de un sueño sorprendente. En dicho sueño, se encuentra en un mundo unidimensional, cuyos habitantes son puntos y rayas, capaces de moverse hacia delante o hacia atrás pero siempre sobre la misma línea (a la que llaman su mundo…). Cuando nuestro protagonista descubre que para los habitantes de Linealandia es inconcebible la idea de moverse a la derecha o a la izquierda (además de hacia delante o hacia atrás) intenta explicarle a la raya más larga de Linealandia (su monarca) la realidad de Planilandia. El Rey le toma por loco y ante su tozudez, nuestro amigo el cuadrado, pierde la paciencia:
“¿Para qué malgastar más palabras? Sábete que yo soy el complemento de tu incompleto yo. Tú eres una línea, yo soy una línea de líneas, llamada en mi país cuadrado. Y aun yo mismo, aunque infinitamente superior a ti, valgo poco comparado con los grandes nobles de Planilandia, de donde he venido con la esperanza de iluminar tu ignorancia”
Ante unas palabras tan delirantes, todos los habitantes de Linealandia (incluido el rey) se arrojan sobre él. En ese instante el sonido de una campana le despierta del sueño.
Pero ese nuevo día le reservaba una sorpresa. Nuestro querido cuadrado dedica la mañana a enseñar a su nieto, un hexágono, los fundamentos de la aritmética y su aplicación a la geometría. Le enseña que el número de metros cuadrados de un cuadrado se calcula elevando al cuadrado el número de metros de uno de sus lados. En ese momento se produce la siguiente situación:
El pequeño hexágono reflexionó durante un largo momento y después dijo: “También me has enseñado a elevar números a una tercera potencia. Supongo que 33 debe tener algún sentido geométrico; ¿cuál es?”. “Nada, absolutamente nada”, replique yo, “al menos en la geometría, porque la geometría sólo tiene dos dimensiones”. Y luego enseñé al muchacho cómo un punto que se desplaza tres pulgadas genera una línea de tres pulgadas, lo que se puede expresar con el número 3; y si una línea de tres pulgadas se desplaza paralelamente a sí misma tres pulgadas, genera un cuadrado de tres pulgadas, lo que se expresa aritméticamente por 32.
Pero mi nieto volvió a su anterior objeción, pues me interrumpió exclamando: “Pero si un punto, al desplazarse tres pulgadas, genera una línea de tres pulgadas, que se representa por el número 3, y si una recta, al desplazarse tres pulgadas paralelamente a sí misma, genera un cuadrado de tres pulgadas por lado, lo que se expresa por 32, entonces un cuadrado de tres pulgadas por lado que se mueve de alguna manera (que no acierto a comprender) paralelamente a sí mismo, generará algo (aunque no puedo imaginarme qué) y este resultado podrá expresarse por 33”.
“Vete a la cama”, le dije, algo molesto por su interrupción. “Tendrías más sentido común si no dijeras cosas tan insensatas”
De esta forma, el cuadrado incurre en el mismo error que el rey de Linealandia (sin haber aprendido nada de su sueño…). Pero durante la tarde le da vueltas a las palabras de su nieto y exclama: “Este chico es un alcornoque. Lo aseguro; 33 no puede tener ninguna correspondencia en geometría”. En ese momento escucha una voz que le dice: “El chico no tiene nada de alcornoque y es evidente que 33 tiene una correspondencia geométrica”. Era la voz de un extraño visitante, que afirmaba venir de Espaciolancia, un mundo en tres dimensiones. Y al igual que el cuadrado en su sueño anterior, el visitante se esfuerza por hacerle comprender la existencia de una realidad tridimensional. Del mismo modo que el cuadrado se había definido como una línea de líneas ante el rey de Linealandia, el visitante se define como un círculo de círculos (que en su país de origen se llama esfera). Pero como era previsible, el cuadrado no puede comprenderlo, porque ve a su visitante como un círculo; eso sí, dotado de extrañas e inexplicables cualidades: aumenta y disminuye, se reduce a veces a un punto y hasta desaparece del todo. La esfera le explica que todo eso no tiene nada de sorprendente, ya que es un número infinito de círculos, cuyo diámetro aumenta desde un punto a trece pulgadas, colocados unos encima de los otros para componer un todo. Por lo tanto, cuando se desplaza en Planilandia, al principio es invisible, luego aparece como un punto (apenas toca la superficie), y finalmente se transforma en un círculo de diámetro en constante aumento, para después, ir disminuyendo hasta volver a desaparecer por completo. Esto explica que la esfera pueda entrar en la casa del cuadrado, a pesar de que las puertas estén cerradas a conciencia (entra por arriba). Pero claro, el cuadrado no es capaz de concebir el concepto “arriba” y finalmente, la esfera no encuentra otra solución que llevárselo a Espaciolandia.
Un espanto indecible se apoderó de mí. Todo era oscuridad; luego, una vista terrible y mareante que nada tenía que ver con el ver; vi una línea que no era línea; un espacio que no lo era; yo era yo, pero tampoco era yo. Cuando pude recuperar el habla, grité con mortal angustia: “Esto es la locura o el infierno”. “No es lo uno ni lo otro”, me respondió con tranquila voz la esfera, “es saber; hay tres dimensiones; abre otra vez los ojos e intenta ver sosegadamente”.
A partir de ese momento místico, el cuadrado, asombrado por la increíble experiencia de penetrar en una nueva realidad, desea explorar los misteriosos mundos de cuatro, cinco y seis dimensiones; pero la esfera le dice que esos mundos no existen, que la idea es totalmente impensable. Como el cuadrado, no ceja en sus deseos, la esfera le devuelve a su mundo.
El cuadrado, de nuevo en Planilandia, se siente en la obligación de contar lo que ha descubierto; pero cada vez le resulta más difícil recordar aquella realidad tridimensional. En cualquier caso, es encarcelado por la inquisición de Planilandia; pero en lugar de ser quemado en la hoguera, es condenado a cadena perpetua y encerrado en una cárcel (que recuerda a un psiquiátrico…).
Planilandia trata sobre la vida de un individuo (un cuadrado concretamente) que habita en un mundo plano (una realidad bidimensional con longitud y anchura, pero sin altura), en el que convive con otros cuadrados, líneas, triángulos, círculos, hexágonos… Los moradores de Planilandia pueden moverse libremente en su superficie, pero al igual que las sombras, no pueden ascender ni descender por ella. Evidentemente, ellos ignoran esta limitación, porque son incapaces de imaginar una tercera dimensión.
Un día, nuestro protagonista vive una experiencia turbadora, precedida de un sueño sorprendente. En dicho sueño, se encuentra en un mundo unidimensional, cuyos habitantes son puntos y rayas, capaces de moverse hacia delante o hacia atrás pero siempre sobre la misma línea (a la que llaman su mundo…). Cuando nuestro protagonista descubre que para los habitantes de Linealandia es inconcebible la idea de moverse a la derecha o a la izquierda (además de hacia delante o hacia atrás) intenta explicarle a la raya más larga de Linealandia (su monarca) la realidad de Planilandia. El Rey le toma por loco y ante su tozudez, nuestro amigo el cuadrado, pierde la paciencia:
“¿Para qué malgastar más palabras? Sábete que yo soy el complemento de tu incompleto yo. Tú eres una línea, yo soy una línea de líneas, llamada en mi país cuadrado. Y aun yo mismo, aunque infinitamente superior a ti, valgo poco comparado con los grandes nobles de Planilandia, de donde he venido con la esperanza de iluminar tu ignorancia”
Ante unas palabras tan delirantes, todos los habitantes de Linealandia (incluido el rey) se arrojan sobre él. En ese instante el sonido de una campana le despierta del sueño.
Pero ese nuevo día le reservaba una sorpresa. Nuestro querido cuadrado dedica la mañana a enseñar a su nieto, un hexágono, los fundamentos de la aritmética y su aplicación a la geometría. Le enseña que el número de metros cuadrados de un cuadrado se calcula elevando al cuadrado el número de metros de uno de sus lados. En ese momento se produce la siguiente situación:
El pequeño hexágono reflexionó durante un largo momento y después dijo: “También me has enseñado a elevar números a una tercera potencia. Supongo que 33 debe tener algún sentido geométrico; ¿cuál es?”. “Nada, absolutamente nada”, replique yo, “al menos en la geometría, porque la geometría sólo tiene dos dimensiones”. Y luego enseñé al muchacho cómo un punto que se desplaza tres pulgadas genera una línea de tres pulgadas, lo que se puede expresar con el número 3; y si una línea de tres pulgadas se desplaza paralelamente a sí misma tres pulgadas, genera un cuadrado de tres pulgadas, lo que se expresa aritméticamente por 32.
Pero mi nieto volvió a su anterior objeción, pues me interrumpió exclamando: “Pero si un punto, al desplazarse tres pulgadas, genera una línea de tres pulgadas, que se representa por el número 3, y si una recta, al desplazarse tres pulgadas paralelamente a sí misma, genera un cuadrado de tres pulgadas por lado, lo que se expresa por 32, entonces un cuadrado de tres pulgadas por lado que se mueve de alguna manera (que no acierto a comprender) paralelamente a sí mismo, generará algo (aunque no puedo imaginarme qué) y este resultado podrá expresarse por 33”.
“Vete a la cama”, le dije, algo molesto por su interrupción. “Tendrías más sentido común si no dijeras cosas tan insensatas”
De esta forma, el cuadrado incurre en el mismo error que el rey de Linealandia (sin haber aprendido nada de su sueño…). Pero durante la tarde le da vueltas a las palabras de su nieto y exclama: “Este chico es un alcornoque. Lo aseguro; 33 no puede tener ninguna correspondencia en geometría”. En ese momento escucha una voz que le dice: “El chico no tiene nada de alcornoque y es evidente que 33 tiene una correspondencia geométrica”. Era la voz de un extraño visitante, que afirmaba venir de Espaciolancia, un mundo en tres dimensiones. Y al igual que el cuadrado en su sueño anterior, el visitante se esfuerza por hacerle comprender la existencia de una realidad tridimensional. Del mismo modo que el cuadrado se había definido como una línea de líneas ante el rey de Linealandia, el visitante se define como un círculo de círculos (que en su país de origen se llama esfera). Pero como era previsible, el cuadrado no puede comprenderlo, porque ve a su visitante como un círculo; eso sí, dotado de extrañas e inexplicables cualidades: aumenta y disminuye, se reduce a veces a un punto y hasta desaparece del todo. La esfera le explica que todo eso no tiene nada de sorprendente, ya que es un número infinito de círculos, cuyo diámetro aumenta desde un punto a trece pulgadas, colocados unos encima de los otros para componer un todo. Por lo tanto, cuando se desplaza en Planilandia, al principio es invisible, luego aparece como un punto (apenas toca la superficie), y finalmente se transforma en un círculo de diámetro en constante aumento, para después, ir disminuyendo hasta volver a desaparecer por completo. Esto explica que la esfera pueda entrar en la casa del cuadrado, a pesar de que las puertas estén cerradas a conciencia (entra por arriba). Pero claro, el cuadrado no es capaz de concebir el concepto “arriba” y finalmente, la esfera no encuentra otra solución que llevárselo a Espaciolandia.
Un espanto indecible se apoderó de mí. Todo era oscuridad; luego, una vista terrible y mareante que nada tenía que ver con el ver; vi una línea que no era línea; un espacio que no lo era; yo era yo, pero tampoco era yo. Cuando pude recuperar el habla, grité con mortal angustia: “Esto es la locura o el infierno”. “No es lo uno ni lo otro”, me respondió con tranquila voz la esfera, “es saber; hay tres dimensiones; abre otra vez los ojos e intenta ver sosegadamente”.
A partir de ese momento místico, el cuadrado, asombrado por la increíble experiencia de penetrar en una nueva realidad, desea explorar los misteriosos mundos de cuatro, cinco y seis dimensiones; pero la esfera le dice que esos mundos no existen, que la idea es totalmente impensable. Como el cuadrado, no ceja en sus deseos, la esfera le devuelve a su mundo.
El cuadrado, de nuevo en Planilandia, se siente en la obligación de contar lo que ha descubierto; pero cada vez le resulta más difícil recordar aquella realidad tridimensional. En cualquier caso, es encarcelado por la inquisición de Planilandia; pero en lugar de ser quemado en la hoguera, es condenado a cadena perpetua y encerrado en una cárcel (que recuerda a un psiquiátrico…).
La psicología cognitiva
“La psicología cognitiva surge como alternativa a la
concepción conductista de la mente como caja negra inaccesible. Es difícil
atribuir su aparición a un único autor, pero sí parece claro que su inicio
coincide con la aparición y desarrollo de los ordenadores. El funcionamiento de
estas máquinas sirve como metáfora al investigador para explorar el
funcionamiento de los procesos cognitivos internos.
La psicología cognitiva hace uso de procesos
mentales para explicar la conducta (más allá de las conexiones estímulo
respuesta propuesta por el conductismo). Los psicólogos cognitivos ponen
énfasis en la influencia que el procesamiento de la información tiene sobre la
conducta, afirmando que el individuo compara la información nueva con su
"esquema" o estructura cognitiva preexistente. Los acontecimientos y
las situaciones nuevas se interpretan a la luz de lo que ya se ha aprendido. En
ocasiones, es preciso adaptar el esquema a esta información
Para Bruner el cognitivismo es el estudio de los
procesos mentales, y como tal debe estar volcado al estudio del acto de
significado del hombre. La construcción cultural y los flujos informativos de
significado son pues el andamio desde donde debe trabajar la psicología”.
Neoconductismo II - Tolman (Freiría)
El conductismo interviniente de Tolman
Tolman (1886-1959) anunció en 1922 su conductismo intencionalista.
Podemos asegurar que Tolman se diferencia del radicalismo de Watson y de Skinner. Es conductista metodológico. Otra diferencia fundamental con estos autores es la lectura que hace de la conducta. Tolman habla de la conducta molar a diferencia de la concepción molecular de Watson y Skinner (E-R).
La consideración molar tiene en cuenta unidades de conductas globales, duraderas y significativas. Una descripción molar de la conducta es una descripción de una conducta general, de un acto de conducta completa (bailar, caminar, empollar).
Dice Tolman: Un acto de conducta tiene propiedades distintivas para ser identificado y descripto sin necesidad de basarse en ningún proceso muscular o glandular que lo sustente”.
La conducta molar es intencional. La intencionalidad de las conductas está en estrecha relación con su carácter molar. La conducta es siempre conducta para algo, o sea que surge en función de las metas y está regulada con fines objetivamente determinables.
La conducta es siempre molar, tiende a, se dirige hacia o proviene de un objeto meta, que es específico para cada conducta. El estudio de las unidades molares de la conducta debe considerar la presencia e intervención de numerosas variable.
A estas variables Tolman las llamará variable intervinientes porque intervienen. Estas no son observables y deben ser inducidas a partir de las respuestas dadas. A esta altura ya no queda mucho del conductismo como el que veníamos viendo.
Estas variables no se pueden observar directamente ya que serán hechos mentales. Las variables intervinientes son hechos mentales.
Las variables
En el lenguaje matemático se considera variable s toda magnitud que puede adoptar diferentes valores. Cuando dos factores se hallan relacionados se llama variable dependiente a aquella que adquiere su valor en función del valor que tiene la otra con la que está relacionada, que se conoce como variable independiente. En nuestro esquema de E-R, la variable dependiente será la respuesta mientras que la variable independiente será el estímulo. Para el conductismo el esquema es claro. A partir de determinado estímulo aparecerá determinada respuesta solo modificable por condicionamiento. Tolman observa que el organismo respondiente trata de manera diferente a estímulos semejantes y de manera similar a estímulos diferentes. No es tan sencillo poder afirmar entonces que dado un estímulo podré saber cuál será la respuesta y viceversa. Hay algo intermedio entre el estímulo y la respuesta. El nuevo esquema sería: E – Variable interviniente – R. La variable interviniente sería una especie de mediación. En el organismo que recibe el estímulo y emite la respuesta habrá algo que media entre ambos. Ese algo tendría que ser de carácter psíquico o mental. Las variables mentales participarían entre el estímulo y la respuesta. Dirá Tolman: “Los seres vivos no responden solo a estímulos”. Entre estos y las respuestas intervienen otros factores: creencias, actitudes, esfuerzos por alcanzar metas.
Las variables intervinientes son aquellas que se agregan o desagregan a la variable independiente (estímulo) para producir modificaciones en la dependiente.
El análisis psicológico, en el nivel molar, implica observar los estímulos y las respuestas e inferir, a partir de las consecuencias observables resultantes, los procesos que también estuvieron en acción.
Tolman mantiene su rigurosidad conductista cuando deja en claro que, si bien en un principio las variables intervinientes podrían parecer consideraciones subjetivas, la objetividad de las mismas está garantizada por el hecho de que pueden darse definiciones operacionales y medidas objetivas a través de experimentos de cada una de ellas.
Tolman habla de tres grandes conjuntos de variables intervinientes:
1. El sistema de necesidades
2. El molde creencia – valor
3. El espacio de la conducta
El sistema de necesidades refiere a la situación del sujeto, reforzadora tanto del estímulo como de la respuesta. El animal satisfecho no responderá con salivación al sonido de la campana. Uno hambriento tendrá mayor respuesta.
El molde creencia valor es una configuración de factores de significancia para el sujeto, presentes y actuantes en él. Las prioridades del sujeto estarán basadas en sus creencias y valores.
El espacio de la conducta es el espacio donde tendrán lugar las locomociones (el escenario donde se desarrollará la conducta), y los objetos que incluye, tal como los percibe el sujeto. Los objetos presentes en ese espacio poseen valencias positivas y negativas, ante las cuales el actor se siente atraído o repelido. Así determinados objetos, según el sujeto, serán objetos a ser buscados u objetos a ser evitados. Por ejemplo, para una gallina que empolla, su nido lleno de huevos tiene valencia positiva. Ese nido constituye, dentro de su espacio de conducta, un objeto para ser buscado.
Tolman (1886-1959) anunció en 1922 su conductismo intencionalista.
Podemos asegurar que Tolman se diferencia del radicalismo de Watson y de Skinner. Es conductista metodológico. Otra diferencia fundamental con estos autores es la lectura que hace de la conducta. Tolman habla de la conducta molar a diferencia de la concepción molecular de Watson y Skinner (E-R).
La consideración molar tiene en cuenta unidades de conductas globales, duraderas y significativas. Una descripción molar de la conducta es una descripción de una conducta general, de un acto de conducta completa (bailar, caminar, empollar).
Dice Tolman: Un acto de conducta tiene propiedades distintivas para ser identificado y descripto sin necesidad de basarse en ningún proceso muscular o glandular que lo sustente”.
La conducta molar es intencional. La intencionalidad de las conductas está en estrecha relación con su carácter molar. La conducta es siempre conducta para algo, o sea que surge en función de las metas y está regulada con fines objetivamente determinables.
La conducta es siempre molar, tiende a, se dirige hacia o proviene de un objeto meta, que es específico para cada conducta. El estudio de las unidades molares de la conducta debe considerar la presencia e intervención de numerosas variable.
A estas variables Tolman las llamará variable intervinientes porque intervienen. Estas no son observables y deben ser inducidas a partir de las respuestas dadas. A esta altura ya no queda mucho del conductismo como el que veníamos viendo.
Estas variables no se pueden observar directamente ya que serán hechos mentales. Las variables intervinientes son hechos mentales.
Las variables
En el lenguaje matemático se considera variable s toda magnitud que puede adoptar diferentes valores. Cuando dos factores se hallan relacionados se llama variable dependiente a aquella que adquiere su valor en función del valor que tiene la otra con la que está relacionada, que se conoce como variable independiente. En nuestro esquema de E-R, la variable dependiente será la respuesta mientras que la variable independiente será el estímulo. Para el conductismo el esquema es claro. A partir de determinado estímulo aparecerá determinada respuesta solo modificable por condicionamiento. Tolman observa que el organismo respondiente trata de manera diferente a estímulos semejantes y de manera similar a estímulos diferentes. No es tan sencillo poder afirmar entonces que dado un estímulo podré saber cuál será la respuesta y viceversa. Hay algo intermedio entre el estímulo y la respuesta. El nuevo esquema sería: E – Variable interviniente – R. La variable interviniente sería una especie de mediación. En el organismo que recibe el estímulo y emite la respuesta habrá algo que media entre ambos. Ese algo tendría que ser de carácter psíquico o mental. Las variables mentales participarían entre el estímulo y la respuesta. Dirá Tolman: “Los seres vivos no responden solo a estímulos”. Entre estos y las respuestas intervienen otros factores: creencias, actitudes, esfuerzos por alcanzar metas.
Las variables intervinientes son aquellas que se agregan o desagregan a la variable independiente (estímulo) para producir modificaciones en la dependiente.
El análisis psicológico, en el nivel molar, implica observar los estímulos y las respuestas e inferir, a partir de las consecuencias observables resultantes, los procesos que también estuvieron en acción.
Tolman mantiene su rigurosidad conductista cuando deja en claro que, si bien en un principio las variables intervinientes podrían parecer consideraciones subjetivas, la objetividad de las mismas está garantizada por el hecho de que pueden darse definiciones operacionales y medidas objetivas a través de experimentos de cada una de ellas.
Tolman habla de tres grandes conjuntos de variables intervinientes:
1. El sistema de necesidades
2. El molde creencia – valor
3. El espacio de la conducta
El sistema de necesidades refiere a la situación del sujeto, reforzadora tanto del estímulo como de la respuesta. El animal satisfecho no responderá con salivación al sonido de la campana. Uno hambriento tendrá mayor respuesta.
El molde creencia valor es una configuración de factores de significancia para el sujeto, presentes y actuantes en él. Las prioridades del sujeto estarán basadas en sus creencias y valores.
El espacio de la conducta es el espacio donde tendrán lugar las locomociones (el escenario donde se desarrollará la conducta), y los objetos que incluye, tal como los percibe el sujeto. Los objetos presentes en ese espacio poseen valencias positivas y negativas, ante las cuales el actor se siente atraído o repelido. Así determinados objetos, según el sujeto, serán objetos a ser buscados u objetos a ser evitados. Por ejemplo, para una gallina que empolla, su nido lleno de huevos tiene valencia positiva. Ese nido constituye, dentro de su espacio de conducta, un objeto para ser buscado.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)